4/7/10

Autoinvocación (IV)

IV

Como ser creador seguiría la interminable lista de mis creencias creadoras. Mi credo, mi obra, pues creo en mi obra como mi gran credo de todo lo olvidado por ser lo que he llegado a ser y dejado de ser, por ser mi sentir y mi existir. Además creo en las nuevas mitologías de encapuchados que corren a la madrugada buscando hacer justicia, creo en los traumas nocturnos de Bob Kane, en las visiones mutables de Stan Lee, en la violencia de Frank Miller, en la Woodhaus, y demás poetas de las grandes odas modernas cargadas de banalidad y nubes de poliuretano, viñetas y fotogramas. Creo en los cuartetos que han cambiado la manera oír la música, ya no con los oídos sino con el alma. Creo en la cabalgata de las valkirias, en la resurrección alemana de la orquesta, en Sexy Sadie, en el eterno prisma, en los viajes a Kashmir, en el gurú de los hippies, en las gafas redondas, en los perros rabiosos, en el blues y todas sus voces muertas, en la banalidad del nihilismo, en los accidentes de carro, en el egoísmo de la muerte. Creo porque he vivido, creo en el Eros, en el Thanatos y porqué no, creo en el Pornos. Creo en todo esto y creo en mi obra que celosamente ha secuestrado todas estas cosas. Creo en que soy el gran poeta y artista de mi vida, el rapsoda de mis ires y venires, y creo en que me falta ir y venir por mucho más tiempo en esta espiral para ser el gran poeta y artista de la humanidad.

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Debo añadir a hoy 2008 que sigo creyendo en esas cosas, además que en el Budismo, en el Caos, el Aleja y Julio y Roberto y los vagos de Dublín, y en Thom Yorke y sus amigos. En tanto y en lo mismo...


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